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Cosmogonía griega y el relato de la Creación de la Biblia

El pensamiento griego a la hora de formular su concepción sobre el origen del mundo, partió tanto del mito como de la ciencia. Así, a partir del mito surgieron toda una serie de relatos sobre dioses y héroes legendarios y, a partir de la ciencia, apareció la respuesta racional, ofrecida por filósofos como Tales de Mileto o Pitágoras. A partir del siglo VI a. C., el pensamiento griego empezó a buscar repuestas al orden del Mundo, sustentadas en la razón. Tales fue uno de los filósofos destacados de la Escuela de Mileto y defendía que el principio de todo era el agua, fundamentando su teoría en el hecho de que el agua era el único elemento que podía encontrarse en los tres estados de la materia: sólido, líquido y gaseoso. Más tarde los pitagóricos defendieron que el conocimiento de las cosas solamente se puede alcanzar a través de las matemáticas. A medida que avanzaba el conocimiento griego, se formularon hipótesis más complejas como la de Anaxágoras que defendía que el Universo estaba formado por múltiples sustancias, pero no da respuesta a su origen. Para Platón, el «Demiurgo» era la inteligencia ordenadora que actuaba sobre el caos, ordenándola y dándole forma conforme a un plan. Sobre el desarrollo de la investigación científica, recogemos más información en el apartado «Teorías Científicas».
La religión griega se basó sencillamente en la mitología, que se caracterizó por su talante sincrético, ya que incorporaba en sus relatos elementos de diversas culturas. En esta religión politeísta, cualquier fenómeno y elemento de la naturaleza, así como las principales actividades económicas, quedaron representados por divinidades con apariencia humana. Así, en los mitos griegos podemos encontrar un gran número de dioses pertenecientes a épocas y lugares distintos. Por este motivo resulta complicado reconstruir el panteón completo, de hecho en algunas ocasiones, los dioses se confunden y un mismo suceso presenta varias versiones, llegándose a dar importantes confusiones. Entre estas divinidades, que moraban en el monte Olimpo, se formaron complejas relaciones y vínculos que son la base de la mitología griega.

Dogma

Un dogma es una doctrina sostenida por una religión u otra organización de autoridad y que no admite réplica, es decir, es una creencia individual o colectiva no sujeta a prueba de veracidad, cuyo contenido puede ser religioso, filosófico, social, sexual, etc., impulsado por una utilidad práctica. La enseñanza de un dogma o de doctrinas, principios o creencias de carácter dogmático se conoce como adoctrinamiento.

En su origen el término podía significar también una norma o decreto emitido por una autoridad, o una opinión característica de una escuela filosófica. Con el crecimiento de la autoridad de la Iglesia, la palabra adquirió el que ahora es su significado principal, dogma teológico, del que derivan, por analogía, el resto de los usos habituales. Serían así dogmas no sólo las llamadas verdades de la religión católica, sino las de cualquier otra religión, o cualquier otra creencia que es proclamada verdad indiscutible.

Inmaculada Concepción

El dogma de la Inmaculada Concepción es un dogma de fe del catolicismo que sostiene la creencia en que María, madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de su concepción, es decir, de su ser personal, estuvo libre de todo pecado.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia Católica contempla la posición especial de María por ser madre de Jesús de Nazaret y sostiene que Dios preservó a María libre de todo pecado y, aún más, libre de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, que es también Dios. La doctrina reafirma con la expresión "llena eres de gracia" (Gratia Plena) contenida en el Saludo del Ángel (Lc. 1,28) y en la oración del Ave María este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.

Catecismo de la Iglesia católica

El Catecismo de la Iglesia católica es la exposición de la fe de la Iglesia y de la doctrina católica, atestiguadas o iluminadas por la Sagrada Escritura, la Tradición apostólica y el Magisterio eclesiástico. Es uno de los dos catecismos de la Iglesia Universal que han sido redactados en toda la historia.
El Catecismo de la Iglesis católica es un texto de dominio público para la Iglesia Universal.

Excomunión y pecados que excomulgan

La excomunión es la expulsión permanete o temporal de una persona de confesión religiosa. Durante el período de excomunión, el afectado no forma parte de la comunidad.
Ciertos pecados más graves están sancionados con la excomunión, la pena eclesiástica más severa, que impide la recepción de los sacramentos y el ejercicio de ciertos actos eclesiásticos, y cuya absolución solo puede ser concedida por el Papa, por el Obispo del lugar o por los sacerdotes autorizados por ellos.

·Tipos de excomunión:
-La excomunión automática. Se trata de delitos sumamente graves: apostasía, herejía o cisma ; la violación directa del sacramento de la confesión por un sacerdote ; el procurar o participar en un aborto o la cooperación necesaria para que el aborto se lleve a cabo.
-La excomunión mediante un proceso formal.

*Algunos pecados nos hacen quedar excomulgados porque van contra los mandamientos de la Iglesia.

La Comunión de los Santos

La comunión de santos es la unión espiritual de toda la vida de los cristianos y los muertos, ésos en la tierra, en cielo y, en creencia católica, en purgatorio. Comparten un solo “cuerpo místico”, con Cristo como la pista, en la cual cada miembro contribuye al bueno de todos y comparte en el bienestar de todos.

La Comunión de los santos es una de las creencias de la Iglesia católica. Esta expresión tiene dos significados: Indica, en primer lugar, la común participación de todos los miembros de la Iglesia en las cosas santas : la fe, los sacramentos, en particular en la Eucaristía, los carismas y otros dones espirituales. En la raíz de la comunión está la caridad que «no busca su propio interés», sino que impulsa a los fieles a «poner todo en común», incluso los propios bienes materiales, para el servicio de los más pobres.
Además, designa también la comunión entre las personas santas, es decir, entre quienes por la gracia están unidos a Cristo muerto y resucitado. Unos viven aún peregrinos en este mundo; otros, ya difuntos, se purifican, ayudados también por nuestras plegarias; otros, finalmente, gozan ya de la gloria de Dios e interceden por nosotros. Todos juntos forman en Cristo una sola familia, la Iglesia, para alabanza y gloria de la Trinidad.

Estar en Comunión con el Papa

¿Qué significa esto?
La eucaristía es el sacramento de la Comunión en sus dos dimensiones: invisible, es decir, la eucaristía nos une al Padre, en Cristo, por la acción del Espíritu Santo, y entre nosotros. Y visible, es decir, implica nuestra comunión en la doctrina de los apóstoles, en los sacramentos y en el orden jerárquico.
Expliquemos estas dos dimensiones: invisible y visible. Elemento invisible: nos dice el Papa, que para que se realice la comunión con Dios mediante la eucaristía, es necesario, primero, la vida de gracia en nosotros, y la práctica de las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad. Sólo si estamos en gracia, podremos obtener verdadera comunión con la Trinidad en cada celebración eucarística.

¿Cuáles son los pecados mortales y graves con los cuales no podemos ni debemos comulgar, si antes no nos hemos confesado?
Para que se dé pecado grave se requieren tres elementos: materia grave, plena advertencia de la mente, deliberado consentimiento de la voluntad. Materia grave o pecados graves serán entre otros posibles:
·Negar y dudar voluntariamente de la existencia de Dios y de cualquier verdad de fe enseñada por la Iglesia.
·Blasfemar contra Dios, la Virgen, los santos, faltar gravemente al respeto al papa, a los obispos y sacerdotes y personas consagradas.
·No participar de la santa Misa los domingos y fiestas de precepto sin motivo grave... sólo por pereza, negligencia y falta de voluntad.
·Tratar de modo gravemente ofensivo a los propios papás y superiores.
·Matar conscientemente a una persona o herirla gravemente.
·Procurar directamente el aborto.
·Cometer conscientemente actos impuros.
·Impedir, con medios artificiales, la concepción, en las relaciones matrimoniales.
·Robar objetos y bienes ajenos de mucho valor.
·Defraudar al fisco por una suma consistente.
·Procurar un grave daño físico o moral a una persona con la calumnia o la mentira.
·Cultivar y recrearme voluntariamente en pensamientos y deseos impuros.
·Hacer graves omisiones en el cumplimiento del propio deber.
·Recibir en pecado grave un sacramento (confirmación, eucaristía, unción de enfermos, orden sacerdotal y matrimonio). A este pecado se le llama sacrilegio.
·Emborracharse y drogarse en forma grave, perjudicando las facultades mentales.
·Callar en la confesión, por vergüenza, cualquier pecado grave.
·Causar escándalo al prójimo con acciones y actitudes de mucha gravedad.Con estos pecados y otros graves, no podemos acercarnos a la Comunión, sin antes confesarnos.

El Magisterio de la Iglesia

El magisterio de la Iglesia es la expresión con que la Iglesia Católica se refiere a la función y autoridad de enseñar que tienen el Papa (Magisterio Pontificio) y los obispos que están en comunión con él.

Dentro del Magisterio Eclesiástico se distinguen el Magisterio Solemne (o extraordinario) y el Magisterio Ordinario. Según la doctrina católica, el primero es infalible (no puede contener error) e incluye las enseñanzas ex-cathedra de los papas y de los concilios (convocados y presididos por él) y el llamado Magisterio Ordinario y Universal, ambos tratan únicamente sobre cuestiones de Fe y de moral.
El Magisterio Ordinario consiste en las enseñanzas no infalibles de los papas y los concilios, las de los obispos y las conferencias episcopales (en comunión con el Papa), y aunque el fiel católico debe creerlo y proclamarlo, cabe que decisiones ulteriores del Magisterio alteren o contradigan su contenido anterior.
La obligación del fiel católico es creer y defender activamente todo lo que enseña el Magisterio Eclesiástico Sagrado, «con la plenitud de su fe», y también lo que enseña el Magisterio Ordinario, pero con un grado menor.

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